¿Conoces la crononutricion.

La crononutrición, el estudio de cómo el horario de las comidas afecta el metabolismo, se ha convertido en una herramienta potencial en el tratamiento de la obesidad (Feitosa, 2023). Este campo, que incorpora los ritmos circadianos y el horario de las comidas, se ha relacionado con la salud metabólica y el riesgo de enfermedades crónicas (Pot, 2021). Sin embargo, se necesita más investigación para comprender completamente su impacto en los trastornos nutricionales y metabólicos. La desnutrición proteico-calórica es un problema común en los pacientes con enfermedad renal crónica, siendo la suplementación nutricional una estrategia clave de manejo (Serván, 2012). De manera similar, los pacientes con enfermedad de Crohn a menudo experimentan alteraciones nutricionales, incluida pérdida de peso y deficiencias vitamínicas, debido a factores como la malabsorción y la baja ingesta de alimentos.

Los cambios en el horario de comer y dormir pueden haber tenido efectos metabólicos durante la pandemia de COVID19.
Un solo alimento y una combinación específica de estos pueden afectar el ritmo circadiano y el ciclo de ayuno y, en consecuencia, el peso corporal y viceversa.
La cronobiología estudia los ritmos biológicos o ciclos circadianos de los organismos vivos y su adaptación a los cambios externos. Los ritmos biológicos pueden afectar los ciclos de producción de hormonas como el sueño/vigilia y la nutrición/ayuno, pero estos factores también pueden alterar el ritmo circadiano (CR). En los últimos años, numerosos estudios han puesto de relieve cómo los tiempos y la frecuencia de las comidas pueden influir en los ritmos biológicos. Además, el cronotipo, los turnos de trabajo y la ingesta de alimentos de los individuos pueden tener un profundo impacto en la tendencia de las personas a desarrollar obesidad y enfermedades metabólicas.

La obesidad se considera hoy una pandemia en aumento y muchos investigadores la han asociado con la exposición a la luz nocturna (LAN) y el trabajo por turnos nocturnos

Finalmente, muy recientemente, la dieta mediterránea es un patrón nutricional saludable que se ha asociado con varias enfermedades metabólicas, incluida la prediabetes, la enfermedad del hígado graso no alcohólico, enfermedades inflamatorias de la piel, y la salud ósea.

La dieta mediterránea también se considera una herramienta para controlar la obesidad en la menopausia, mejorar el sistema inmunológico, afectar los niveles de vitamina D en adultos, ejes endocrinos. Es interesante destacar que también se ha informado que la dieta mediterránea está asociada con una mejor salud y calidad del sueño. Muy recientemente, en un estudio transversal que incluyó a 172 adultos de mediana edad inscritos en una campaña de prevención de la obesidad denominada Proyecto de Prevención OPERA (obesidad, programas de nutrición, educación, investigación y evaluación del mejor tratamiento)

Se ha destacado que la ingesta de macronutrientes en determinados momentos del día puede influir en los estados de hambre y saciedad y, en consecuencia, en el peso corporal.

Estos efectos tienen una influencia significativa sobre las oscilaciones circadianas de las hormonas implicadas en su metabolismo.

En particular, las proteínas consumidas en el desayuno (en comparación con el almuerzo o la cena) provocan una mayor sensación inicial y prolongada de plenitud y un aumento de saciedad.

Se ha observado que las dietas ricas en proteínas conducen a mayores reducciones en la ingesta total de energía, el peso corporal y la masa grasa, preservando al mismo tiempo la masa corporal magra en comparación con una dieta proteica normal

En cuanto a los carbohidratos, estudios epidemiológicos demuestran que consumirlos al comienzo del día tiene beneficios protectores contra el desarrollo de diabetes y síndrome metabólico. Un estudio demostró que la ingesta de carbohidratos por la mañana puede tener un efecto protector a largo plazo contra el desarrollo del síndrome metabólico. En este estudio se recogieron datos de 1.488 pacientes en 10 años (de 43 a 53 años), sustituyendo el 5% de las grasas por el 5% de los hidratos de carbono en el desayuno. Después de 10 años, tenían menos probabilidades de desarrollar síndrome metabólico, disminución de los triglicéridos circulantes y disminución de la grasa visceral

Se ha demostrado que un desayuno rico en proteínas aumenta el gasto energético y la oxidación de grasas en adultos jóvenes sanos, aumenta la producción de hormonas anorexígenas y disminuye la producción de hormonas orexigénicas como la grelina . Numerosos estudios han demostrado que comer fibra y carbohidratos en el desayuno podría tener un efecto protector contra el síndrome metabólico, reducción de la ingesta energética procedente de grasas durante el día, con una menor prevalencia de obesidad abdominal . Además, al combinar fibra y carbohidratos con proteínas, pueden dar una mayor sensación de saciedad a largo plazo.

Se ha documentado que la grasa consumida puede influir en los genes mediante modificaciones epigenéticas. Entre los otros alimentos más populares, capaces de influir en el ciclo circadiano, se encuentra la cafeína, el compuesto psicoactivo más utilizado en el mundo, presente en numerosos alimentos y bebidas.

Por tanto, a partir de la evidencia producida y analizada hasta el momento sobre la modulación de la respuesta hormonal y los genes reloj, es posible formular algunas recomendaciones nutricionales prácticas:

• No te saltes el desayuno;

• Prefiere un desayuno y un almuerzo equilibrados, compuestos de carbohidratos, fibra, proteínas y la cantidad adecuada de grasas;

• Tomar una ingesta adecuada de proteínas, prefiriendo especialmente las proteínas de suero.

• Tome la mayor parte de la ingesta diaria de carbohidratos en la primera mitad del día;

• Reducir la ingesta de calorías y especialmente de carbohidratos por la noche.

• Consuma alimentos ricos en triptófano como carne, aves, pescado y leche; para mejorar el sueño.

• Tomar alimentos que contengan melatonina como frutas (cerezas, fresas y kiwis), verduras (pimientos, tomates y champiñones), frutos secos, semillas, cereales, aceites.

• Limite el consumo de grasas prefiriendo alimentos ricos en PUFA, como pescado, semillas y aceite de oliva y de semillas;

• Consumir alimentos ricos en polifenoles como té, uvas, frutos rojos y chocolate amargo;


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